Llegar
a donde se prometió nunca ir. Tener los ojos bien abiertos, lo vasto al frente.
Información nueva por procesar, estampas por recordar, buscar abarcarlo todo
sin perder detalle alguno. Es la gran ciudad. Temida y gris
capital. Entrar a las fauces que todo lo tragan.
Sentirse
resguardado entre cuatro paredes de hotel, fisgoneando la calle discurrir de
ruidos y luces, de gente y movimientos por doquier. Atreverse a salir, con la
mirada alerta, el paso aprisa y los bolsillos vacíos. Caminar acompañado y aún
teniendo miedo.
Hacer
de tripas, corazón e ir a buscar lo aún no hallado. Encontrarlo y regresar
triunfante, el sudor frío en la espalda y las manos llenas, satisfechas.
Tomar
el bus de despedida y mirar, alejarse, con tristeza la ciudad temida. Prometer volver, con el mismo temor y la seguridad de encontrar lo buscado.
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