Ocurrió
de pronto, inesperadamente. Caer el fruto maduro, encontrar la aguja en el
pajar. Saber el conejo por dónde ir, tener el cuento, final feliz. Trastocar
costumbres atávicas, solitarias. Sorpresa entre las manos que rebalsan los
dedos.
Actuar
a tropiezos, no existir diferencia entre dormir y soñar; andar ido, más usual
de lo normal. Tener la mente ocupada en una imagen, una voz, un nombre extraño
que no acaba de despegar de la lengua, palabras por decir, herrumbradas por el
olvido.
Sentirse
extraño y confiado, caminando al precipicio y arrojándose al vacío, crédulo y convecido de que brotarán alas para volar.